"Oda a la pijotita" (Dedicado a Marta)

Cuando abrimos la nevera seguía allí. Estaba empapada en aceite y no tenía buen aspecto. No era un buen día para ella, tampoco para mi, ni para Marta. - Pobrecilla, cada día está peor.- dijo Marta Volví a mirarla. Allí, extedida cuan larga era, lánguida y triste. Yo ya empezaba a tener frío, delante de la nevera. Pero la pijotita no dejaba de atraerme. Su imagen era tan enigmática, tan... melancólica. Hacía unos días estaba en otro plato más grande. Con otras pijotitas. Entonces parecía insignificante, era una más entre una docena. Ahora su soledad la hacía grande, la hacía única. ¿Cómo dejarla allí? Lo había hecho con una pieza de fruta que estaba envuelta en papel albal sobre la encimera. Pero la pijotita... Me sentía en una encrucijada. - Deberías comertela.- Marta me miró un poco preocupada. - Ya lo sé, pero es uqe tengo el estómago cortado.- Dudó unos intantes que parecían eternos. - Pero por otro lado... se me va a echar a perder... ¿porqué no te la comes tú?- Hasta ese momento no me lo había planteado. Sabía que la pijotita tendría que acabar en algún estómago, pero nunca pensé que sería el mío. Recordé el cola cao que había bebido hacía unos minutos. - Es que... me va a cortar la digestión.- Marta lo aceptó sin problemas. - Es comprensible.- Las dos sabíamos que en algún momento vovleríamso a encontrarnos frente a la nevera. En la misma situación. Pero en ese momento no pudimos más que cerrar la puerta y marcharnos. ¿Qué ibamos ha hacer?. Marta me habló mirándose la punta de las converse. - No podemos jugar con la pijotita, Maria. Es tu pijotita. Es mi pijotita.- Es mi pijotita.